miércoles, 4 de diciembre de 2013



CATALUÑA 2014 – 2016.

LA SOLUCION

B. L. Acksheep


Capítulo II. Votaciones, elecciones, “Derecho a decidir”

Existe un extenso debate planteado sobre eso que ha pasado a denominarse “Derecho a decidir”. Son múltiples los argumentos denunciando, probablemente con razón, la inexactitud de la denominación, porque lo que oculta es otra cosa -la autodeterminación- que solo está avalada por la legislación internacional para circunstancias radicalmente distintas a las nuestras. Pero quizá deberíamos, al menos para analizarlo,  dejar de lado los nominalismos. En definitiva el objetivo está claro y vuelve a incidir en el corazón de lo que planteaba el Clarity Act: algo que no está contemplado por la ley que debería enmarcarlo (la Constitución), pero que puede resultar aconsejable considerar.

Lo que sucede es que se recurre a un planteamiento aparentemente lógico e inocente, que la población de Cataluña ejerza su expresión democrática mediante las urnas. Y que los que se oponen a ello son, simplemente, antidemócratas. Sin embargo, en la práctica, el número de trampas y ocultaciones de la realidad es tan abundante, que es necesario contemplar atentamente todo el panorama. Prescindo de argumentos conocidos, reales y ya expresados, como que cualquier democracia debe encuadrarse en unas reglas que en este caso se pretenden incumplir. Me interesa subrayar otros aspectos. 

Antes que nada cabe expresar cierta sorpresa por el intenso debate en torno a múltiples aspectos de la pregunta y la inexistencia de análisis alguno en torno a lo que parece más esencial: cual debería ser el tratamiento de la respuesta. Por eso conviene retornar al Clarity Act: porque profundiza en todo el proceso y se pronuncia simultáneamente sobre las condiciones de la pregunta y sobre el tratamiento de la respuesta. Es en ese último aspecto en el que quisiera incidir en este capítulo.

Creo que en todo el planteamiento hay un elemento espurio: tratar a esa votación como si fuese una de las habituales, que se resuelven básicamente con un tema de mayorías y minorías. Me refiero a que en esas votaciones, las ligadas a elecciones municipales, autonómicas o legislativas, lo que se está determinando es qué tratamiento se le va a dar al paciente durante los próximos cuatro años. Existen además muchas cautelas; si el tratamiento no resulta adecuado, puede ser modificado de diversas formas, cambiando las mayorías si es posible, presentando mociones de censura, etc. Y en el caso de  que un partido tenga mayoría absoluta, el plazo de cuatro años vuelve a dar la palabra al cuerpo electoral. La votación que se discute, la ligada al “Derecho a decidir” es algo absolutamente diferente: es un trasplante de corazón, algo probablemente irreversible. Por eso lo más sorprendente de todo es que los que propugnan ese trasplante, no presentan informe alguno que avale su viabilidad: no hay datos ciertos sobre el estado actual del paciente, radiografías, scans, estudios sobre la posibilidad de rechazo, compatibilidad con el donante, etc. Se trata de un acto de fe.  Los partidarios del trasplante aparecen felices en las manifestaciones, rodeados de sus hijos y recitando el mantra habitual “Queremos el trasplante”. No importan las consecuencias, no importa si eso va a mejorar al paciente, incluso si será capaz de sobrevivir con una calidad de vida aceptable. En cualquier caso los médicos, los que ejecutan el trasplante, se han reservado un lugar en la Historia. Pero la irreversibilidad de lo que se plantea, como subraya el Clarity Act, requiere un tratamiento de la respuesta que no tiene nada que ver con las votaciones o elecciones habituales. Por eso, quienes no confiamos ni en el tratamiento ni en el equipo de cirugía, no podemos ser obligados a seguirlo.
Es esencial recordar que, según casi todas las encuestas, la línea de partición entre los que desean o rechazan la independencia, está cercana al 50%. Incluso encuestas realizadas en periodos de tiempo muy cercanos, decantan levemente el resultado en uno u otro sentido, según quien realice la encuesta. Los partidarios de la consulta están enfrascados en la pregunta con posiciones tan contrapuestas que el presidente Mas calificó recientemente de guirigay esa situación. Pero nadie habla del tratamiento de la respuesta, tal parece que se tratase de una apuesta a cara o cruz, que quien la gane arramblará con todo y quien la pierda, lo habrá perdido todo. El Tribunal Constitucional canadiense remarcaba, sabiamente, que “todos los ciudadanos son, en cierto sentido, propietarios de todo el país”. Imaginen el reparto de una herencia cuyos herederos tienen opiniones radicalmente enfrentadas sobre la manera de realizarlo. Vuelvan a imaginar que deciden ponerlo a votación. ¿Resultaría lógico aceptar que la facción mayoritaria se apropiase de todo y la minoritaria lo perdiese todo? Parece ser que esto es lo que se está planteando y es por eso que debería acudirse a la reflexión y a la doctrina que se deducen del Clarity Act.

Hay una serie de ciudadanos de Cataluña, que se consideran tan catalanes como españoles, que han constituido tradicionalmente la fracción mayoritaria de la población y en cualquier caso una población numéricamente significativa. Esos ciudadanos tienen firmado un contrato del máximo valor legal, la constitución, que les garantiza la permanencia al estado que generó ese contrato. Y que como lo consideran vigente, quieren que, en cualquier caso, suceda lo que suceda en cuantas consultas se celebren, nadie les pueda despojar de su herencia. Algunos de ellos estaríamos de acuerdo en que se ejerza ese “derecho a decidir/autodeterminación” que determine un divorcio, pero ese divorcio debe plantearse entre una parte de Cataluña, la que corresponda al porcentaje de votación de los que han decidido separase, que deberían ocupar una fracción del territorio: precisamente en la cuantía que corresponda al porcentaje de sus votos. Todo de acuerdo a lo que se indica en el Clarity Act cuando dice explícitamente (refiriéndose al Canadá) que “en el caso de que poblaciones concentradas territorialmente en Quebec (Cataluña) solicitaran claramente seguir formando parte de Canadá (España) debería preverse la divisibilidad del territorio quebequés (catalán) con el mismo espíritu de apertura que llevó a aceptar la divisibilidad del territorio canadiense (español)”. En otro capítulo abordaremos cómo hacerlo.

Aunque lo que queda en un preocupante estado de indefinición es lo que realmente se plantea. Se habla de un referéndum “consultivo”, es decir, aparentemente no vinculante, puesto que para que lo fuese debería convocarse otra nueva consulta que indicase claramente esa circunstancia. Supongamos, para entender la esencia de lo que plantean los partidos que lo propugnan, que el estado aceptase ese planteamiento (cosa que parece muy poco probable). El coste de esa consulta, sobre la que se han barajado diversas cantidades, podría ascender a 30  millones de euros, como se estimó inicialmente, aunque ahora la vicepresidenta habla de 5 millones en un presupuesto “muy ampliable” y que “la previsión es incierta y la ampliaremos hasta donde sea necesario”.
Parece evidente que tiene miedo de dar el importe real. Un importe que habría que multiplicar por dos al añadir el coste del referéndum vinculante, que es el único que podría ser efectivo. Parece difícil de entender que, en la situación actual, partidos que se autodenominan de izquierdas estén de acuerdo en semejante despilfarro. Si se trata de algo de alcance únicamente consultivo, mejor sería encargar una macroencuesta con una población consultada de amplitud suficiente para aproximar el resultado, y/o plantear únicamente un referéndum vinculante, con las mismas dificultades que presenta el consultivo. Y quizá también, como se hace en Suiza, se podrían convocar simultáneamente varias consultas para compensar el coste de la del derecho a decidir, por ejemplo:
-Reducir el coste de la Corporación catalana medios audiovisuales a un máximo de 50 o 100 millones de euros (por ejemplo, el coste actual es de 235 millones de euros)  
-Reducir el salario del director de TV3 hasta dejarlo con el mismo importe que el de Rajoy. Ahora gana bastante más del doble, un 127% más.
-Aproximar las condiciones de jubilación de los parlamentarios, ex concellers, ex altos cargos de organismos públicos, etc. a la del resto de los trabajadores
-Aplicar recortes similares a los realizados en sanidad y educación a  Diplocat, embajadas, etc.
-Etc, etc., etc.
Siempre para canalizar los importes ahorrados hacia la dependencia, inserción de discapacitados, ayudas al comedor escolar de cierta población necesitada, desahuciados, etc.

Por último cabe subrayar la manera como se está conduciendo el proceso desde esos medios audiovisuales de trinchera única a los que me refería en el capítulo anterior. Unos medios que se conducen desde hace mucho tiempo como inmersos en una campaña electoral continua, pero sin las limitaciones que impone la legislación en cuanto a la asignación de espacios. Una campaña que se desarrolla entre ese cerca del 50% amordazado, los que no desean la independencia, y ese otro 50%, que sí la desean, con un complejo sistema de potentes altavoces, de titularidad pública y de medios privados subvencionados. Los primeros, los de titularidad pública, con una cierta contención aparente, al menos en los informativos, probablemente por los controles parlamentarios; los otros, los de propiedad privada subvencionados, con barra libre puesto que no tienen control alguno. Entre los múltiples ejemplos de estos últimos, podríamos mencionar uno como paradigmático. Se trata de un programa de la TV del más importante grupo de comunicación local, en horario de lo que suele denominarse “prime time”, con una estructura a medio camino entre el “comentario político” y un “programa del corazón”. La fase “informativa” es precedida con frecuencia de un diálogo entre El Gran Presentador y la Ideóloga/Sacerdotisa (un trasunto local de Belén Esteban dedicada a, digamos, la “política del corazón”). Si se ha realizado una entrevista previa a alguna personalidad de un partido “desviacionista”, la Ideóloga/Sacerdotisa emana la doctrina necesaria para neutralizar el veneno y evitar que contamine a los espectadores. Me había permitido entrecomillar lo de informativo porque, a diferencia de los usuales, que son una especie de mercado donde aparecen expuestos los diferentes alimentos (dispuestos con el rango adecuado a la orientación de la cadena), a diferencia de esos otros, decía, el que analizamos suministra los alimentos ya triturados, mezclados a conveniencia para ser consumidos a cucharaditas. La información se suministra “opinada”, para evitar el análisis de quien la recibe y que no le pueda dañar y desviar del recto camino. Para no cansar más al lector, la fase posterior está compuesta básicamente por opinadores de trinchera, algunos de los cuales además realizan el mismo cometido en el canal autonómico: tienen el monopolio de la voz y la utilizan en el más estricto sentido de trinchera. Todo lo que signifique Madrid/España/Gobierno se presenta de manera tan despreciativa que cualquier espectador receptivo llegaría a la misma conclusión que expresó nuestro célebre conciudadano Albert Pla: que le da asco ser español y que es una mierda ser español.
(ver http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/reacciones-albert-pla-polemica-suspension-concierto-gijon-2757449)
Parecería irreprochable que el principal grupo de comunicación local mantuviese esa posición o la que le pareciese oportuna, pero el condicional desaparece y pasa a ser inadmisible que realice semejante tarea cuando se considera su generosa subvención.  Obtenida también a las expensas de ese grupo al que pertenezco, los que nos sentimos catalanes y españoles, que debemos soportar que se nos insulte pagando con nuestros impuestos una generosa cantidad, que acabará en los bolsillos de los propietarios del grupo que no parecen necesitarlo.

Por último cabe mencionar un hecho repetido y especialmente desagradable y ofensivo. Esa manera insultante en que todos estos personajes hablan en nombre de Cataluña. Lo que ellos piensan, es lo que Cataluña piensa. Lo que ellos pretenden, es lo que Cataluña pretende. Parece como si los espíritus de las generaciones pasadas, les hubiesen otorgado el título de oráculos. Y como son los que monopolizan los medios, no existe contrapeso posible. Día tras día, programa tras programa, van inoculando en vena su doctrina. Un xirimiri inacabable que inexorablemente va penetrando cada vez con más profundidad.

Este es el escenario sobre el que se va a desarrollar próximamente la tragicomedia. Por otra parte, un escenario muy conocido, basta con volver la vista atrás unos cuantos años para encontrar situaciones similares, en nuestro país y en otros de Europa. Es tiempo ya de seleccionar a los dos principales actores. Pero resulta que quien maneja la tramoya está a la vez implicado en esa selección y cuando los diversos actores salen a recitar su papel, “los elegidos” reciben todos los focos, que les proporcionan una luz deslumbrante. El resto queda en la penumbra y el público apenas puede distinguirlos. Es en esas circunstancias, tan absolutamente desiguales, en las que se va a desarrollar algo tan esencial para nuestro destino.

Tan conocido es ese escenario, decía, que está descrito en solo ocho palabras. En ocho palabras escritas por una gran autor de teatro español, premio Nobel por más señas, hace poco más de cien años. Pertenecen a la que es probablemente su obra más emblemática y son las primeras que se recitan. Como prólogo, con el telón a medio subir, en la penumbra. Dicen así:
“He aquí el tinglado de la antigua farsa…”



Continuará en el Capitulo III. Nunca tan pocos mintieron tanto a tantos


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Una oveja de color (de color negro)

lunes, 25 de noviembre de 2013




CATALUÑA 2014 – 2016.

LA SOLUCION

B. L. Acksheep


Capítulo I. La historia interminable

Es equivocado pensar, como a veces dicen determinados políticos o comentaristas, que el escenario actual es debido a la situación económica o a un calentamiento momentáneo que se irá enfriando con el tiempo. No es así, creo que el tiempo irá acrecentando el sentimiento y el número de personas que deseen participar en La Vía Catalana/El viaje a Ítaca. La explicación es fácil de entender desde el interior de Cataluña: hace muchos años que en la mayoría de escuelas y en la práctica totalidad de los medios de comunicación oficiales y subvencionados, se está inoculando un sentimiento de rencor hacia lo que representa España, para favorecer la separación. Son dos pilares esenciales para conseguir lo que se pretende. Por eso seguramente, contra lo que muchos creen, algunos de los políticos más representativos de ese sentimiento, son claramente sobrepasados por una parte considerable de los jóvenes que se han incorporado al movimiento con una radicalidad creciente. Se ha cultivado imprudentemente el huevo de la serpiente y se está produciendo una eclosión incontrolable.

Detengámonos un momento en esos dos pilares:

Como ejemplo de lo que ocurre en el primero, las escuelas, hace poco se difundía un vídeo (http://tu.tv/videos/petits-artistes-escola-sant-miquel-de-d) que vale la pena estudiar. No parece que lo que representa sea un caso aislado, responde más bien a algo buscado y dirigido desde hace mucho tiempo. Sin embargo es algo que pasó casi desapercibido, algunos  comentarios al paso y al olvido rápido. No es probable que si algo similar hubiese sucedido en algún otro país europeo, Francia o Alemania por ejemplo, hubiese pasado tan inadvertido. Habría sido objeto de un estudio profundo para conocer si se trataba únicamente de un caso aislado o de algo estructurado por alguien. En Cataluña, los medios apenas le concedieron importancia.  Aún más significativas son las pintadas que aparecieron en diversos institutos con motivo de las huelgas recientes. Lo que se pretende, en definitiva, es modelar un grupo humano que se corresponda exactamente a la definición que efectuó Ernest Renan,  prestigioso filósofo e historiador francés, refiriéndose a determinada visión de la nación y del nacionalismo: “…un grupo de gente unida por una visión equivocada del pasado y el odio a sus vecinos”. Es evidente que el resultado obtenido en este primer pilar es bastante satisfactorio.

Eso nos conduce al segundo pilar. En lo que desde aquí se denomina “Madrid” se dice que hay un periodismo de trincheras, que es posible conocer el enfoque de cada medio sin necesidad  de leerlo. En Cataluña, en la práctica, la situación es de trinchera única. Tanto los medios oficiales como el más poderoso grupo privado, generosamente subvencionado, hace tiempo que están embarcados en un objetivo: el viaje a Ítaca. La información y la opinión están dirigidas, en su gran mayoría, a establecer un estado de ánimo en la población que favorezca el camino iniciado al unísono por el presidente Mas y el otro presidente fáctico, en la sombra, Junqueras. Una situación de democracia bolivariana en la que los objetivos condicionan absolutamente la información. Y que, como decía sabiamente Orwell en “1984”, El Gran Hermano no solo controla el presente, controla también el pasado, que modifica a su conveniencia. Lo que se pretende, en definitiva, es modelar un grupo humano que, retocando y adaptando la mencionada definición de Ernest Renan, configure “…un grupo de gente unida por una visión unidimensional y polarizada de la realidad presente  y el odio y/o rencor a sus vecinos”. Objetivo que se va cubriendo con éxito notable

Por eso cuando Mas Colell dijo recientemente que "Si la línea extrema perdura, tengan la seguridad de que si no es en esta generación, en la siguiente, Catalunya tendrá un Estado propio", la única cosa incierta era ligarlo a la respuesta del estado. La situación conduce a ese objetivo y quien lo afirmaba no tenía ninguna bola de cristal, sino que era plenamente consciente del buen funcionamiento del “Método de los dos pilares”.

“President aixo se’n va a la merda”. Se dice que le comentó Pere Navarro al President Mas en la sesión parlamentaria en que se produjo un lamentable incidente, al impedir la presidenta del Parlamento el uso de la palabra al diputado de Ciutadans que intentaba replicar a otro diputado de la CUP. Algo que difícilmente sucedería en otro parlamento europeo. Lo que quería poner de manifiesto el dirigente socialista, tiene su origen en la situación a la que se ha conducido a Cataluña por el equipo de gobierno actual. El abismo y el desencuentro son tan grandes que parece que han llegado a ese punto de no retorno de los aviones en despegue. Conviene a todos dar salida a una situación semejante y es en ese contexto que el Clarity Act ofrece sus sabias enseñanzas.



Aunque, tras haber establecido los partidos nacionalistas el ejemplo del Quebec, ahora apenas se menciona y se utiliza en su lugar el ejemplo de Escocia, mucho menos parecido a nuestro caso por evidentes razones históricas. Y se reprocha violentamente al estado español su actitud en comparación con la del Reino Unido. Toda la culpa, como siempre, está en los otros. Pero cabría analizar la situación con más profundidad. La manera en que ese nuevo Movimiento Nacional, compuesto por CiU, ERC y CUP, ha planteado la situación, más parece de acoso y derribo, de una especie de bullying, que de diálogo sosegado. La manera en que Alec Salmond ha conducido la situación, es de una notable prudencia y sabiduría, siempre con el diálogo y los argumentos como únicas armas y tomándose el tiempo necesario. Las razones son obvias. Cualquiera que conozca el carácter inglés y la historia de Inglaterra comprenderá que, enfrentados a una situación como la de aquí, no habría habido político inglés alguno que iniciase diálogos o negociaciones: sus electores le habrían abandonado masivamente. La estrategia que han desarrollado los partidos que lideran el Movimiento está más cercana a una versión verbal y local de los “tonton macoute” que a un diálogo de parlamento británico. Basta recordar los insultos (España nos roba, etc.), movilizaciones con pancartas hostiles,  contratación de lobbys para ejercer presiones internacionales (ver El País 31.10.13), entrega de los 10.000 libros, etc. Capítulo aparte merecen los muchos pasos dados en el exterior para la “Internacionalización del conflicto”, algo que resulta lamentablemente similar a lo que realizaron en su día ETA y/o Batasuna, y con lo que se intenta socavar la posición de España. ¿Tiene eso parangón con las formas empleadas por el nacionalismo escocés?

En las encuestas que se han realizado habitualmente en Cataluña se definían los diferentes segmentos de población. Había uno que acostumbraba a ser mayoritario, el de los que se sentían tan catalanes como españoles, que es al que yo pertenezco. Somos los doblemente ofendidos: nos ofenden permanentemente desde Cataluña esos medios de trinchera única que nos ignoran; y nos ofenden determinadas declaraciones de algunos personajes del resto de España. Somos los que desean seguir unidos, como ha sucedido a lo largo de nuestra historia. A veces se habla, refiriéndose a los que mantienen esta posición, de mayoría silenciosa. No se si somos o no mayoría, pero lo que es incorrecto es denominarnos silenciosa, la triste realidad es que somos una mayoría o minoría amordazada. Con una doble mordaza, la que nos imponen los medios locales y la que debemos ponernos nosotros mismos, por las mismas razones que lo motivaban en nuestra reciente dictadura. Hace unos días aparecía en TV3 (la televisión autonómica) una información significativa: un grupo de honrados inmigrantes de habla castellana, expresaban primero su adhesión al “derecho a decidir” y después, en una segunda vuelta, su entusiasmo por votar la independencia. Es de suponer que habrá un grupo similar de personas de habla catalana (o castellana) que opine lo contrario, pero estos no existen, no aparece en ese canal de TV, la mordaza es implacable. Son, somos, invisibles.


Esa es la brecha que se está profundizando deliberadamente entre esas dos Cataluñas. Eso es lo que significa realmente el “aixo se’n va a la merda”. CiU (es decir, sus componentes CDC y UDC) están cada vez más distantes y al borde de la separación. Dentro de la propia UDC, la escisión aparece constantemente en los medios; desde zonas geográficas que se declaran abiertamente independentistas, contra la línea mantenida por Duran i Lleida, hasta su propia vicepresidenta Ortega que parece empeñada en dejar en ridículo las posiciones políticas de su jefe. Aunque tratado con sordina, se mencionan divergencias importantes dentro de la propia CDC. Son conocidas las fuertes tensiones del PSC entre su sector crítico y la dirección actual. El cabeza de lista de CUP, David Fernández, el de la sandalia amenazante en la mano, ya ha superado en valoración popular, según la última encuesta del CEO (organismo de la Generalitat de Catalunya), al President Mas. ¿Es posible emprender con garantías un nuevo camino, el viaje a Ítaca, en esta situación?



Continuará en el Capitulo II. Votaciones, elecciones, “Derecho a decidir”

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Una oveja de color (de color negro)

sábado, 23 de noviembre de 2013



CATALUÑA 2014 – 2016.

LA SOLUCION

B. L. Acksheep

Prólogo

La situación en que se encuentra Cataluña es cada vez más complicada, con posturas absolutamente enfrentadas e incompatibles. El objetivo de este blog es proponer una solución, que tiene dos ventajas esenciales:
-Si se piensa bien, es la única verdaderamente justa y que da satisfacción a los dos bandos enfrentados.
-Es a la vez, seguramente, la única capaz de poner de acuerdo a esos dos bandos.

La solución está basada en algo conocido y que ha sido citado como referente esencial por los partidos nacionalistas: el “Clarity Act”. Como probablemente conocen, en Canadá, ante la voluntad expresada por determinados partidos de Quebec de separarse del resto del país mediante un referendum, se realizó una consulta al tribunal supremo que originó esa respuesta, usualmente conocida como “Clarity Act”, mencionada aquí como Ley de la Claridad. La Constitución de muchos países, probablemente la gran mayoría, reclama la indivisibilidad de su territorio salvo que todo el conjunto de la población, que es la que detenta la soberanía, lo autorice. Así lo contempla la Constitución española, o la francesa, o la italiana por citar países próximos, o la de lo Estados Unidos o Australia por citarlos lejanos. Parece ser que la canadiense no lo establecía tan claramente y ese fue el motivo de la consulta: si en una votación realizada únicamente en el territorio de Quebec, debería aceptarse el resultado si este fuese la secesión.

La respuesta del Tribunal Supremo del Canadá, expresada en el “Clarity Act” mencionado, ha servido de referencia esencial por la calidad y profundidad de sus argumentos. Todos ellos aplicables, en mi opinión, al caso de Cataluña. Veámoslo con cierto detalle, en texto sacado de la conferencia que pronunció un ponente del “Clarity Act”, Stéphane Dion, hace años en Bilbao. El texto íntegro pueden consultarlo en una página oficial del gobierno de Canadá:

“…todos los ciudadanos son, en cierto sentido, propietarios de todo el país, con su potencial de riquezas y de solidaridad humana. Ningún grupo de ciudadanos puede tomar la iniciativa de monopolizar la ciudadanía en una parte del territorio nacional, ni despojar a sus conciudadanos, contra su voluntad, de su derecho de pertenecer plenamente al conjunto del país. Todos los ciudadanos deberían estar en condiciones de transmitir a sus hijos este derecho de pertenencia. En términos abstractos, ese derecho nunca debería ser cuestionado en una democracia. Ésta es sin duda la razón por la que tantas democracias se consideran indivisibles.”

“No obstante, tampoco podemos descartar la posibilidad de que en un Estado democrático se produzcan circunstancias que hagan de la negociación de una secesión la menos mala de las soluciones posibles. Este podría ser el caso si una parte de la población manifestara claramente, de forma pacífica y decidida, su voluntad de separarse del país. En efecto, hay medios que un Estado democrático no debería emplear para retener contra su voluntad, claramente expresada, a una población concentrada en una parte de su territorio.”

“… el gobierno de Canadá sólo aceptaría entablar una negociación sobre la secesión en caso de que la población de una provincia manifestara claramente su voluntad de separarse de Canadá. Esta voluntad clara de secesión tendría que expresarse mediante una mayoría clara que responda afirmativamente a una pregunta que aborde claramente la cuestión de la secesión y no un proyecto vago de asociación política.
El hecho de descartar la posibilidad de entablar una negociación sobre la secesión a menos que ésta cuente con el apoyo de una mayoría clara, y no incierta y frágil, pone de manifiesto que la secesión se considera un acto grave y probablemente irreversible, …”

“La negociación sobre la secesión debería llevarse a cabo en el marco constitucional canadiense y debería estar impulsada por la búsqueda real de la justicia para todos. Por ejemplo, en el caso de que poblaciones concentradas territorialmente en Quebec solicitaran claramente seguir formando parte de Canadá, debería preverse la divisibilidad del territorio quebequés con el mismo espíritu de apertura que llevó a aceptar la divisibilidad del territorio canadiense.”


Para explicar le solución utilizaré cuatro breves capítulos.


Continuará en el Capitulo I. La Historia interminable

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 Una oveja de color (de color negro)